La UE y Mercosur logran un acuerdo comercial tras 20 años de negociaciones
Al Hecho. La Unión Europea ha logrado cerrar este viernes con los países de Mercosur (Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay) el mayor acuerdo comercial alcanzado nunca por los Veintiocho. El pacto, que se ha demorado durante casi dos décadas de negociaciones, dará acceso a las empresas europeas a un mercado de 260 millones de consumidores, según confirmaron fuentes comunitarias. Con su firma, la UE se reivindica como bastión del libre comercio en una época marcada por las políticas proteccionistas de Estados Unidos y China, aunque el texto debe obtener todavía el visto bueno de los Estados miembros y el Parlamento Europeo, que podrían exigir cambios.
El pacto se ha sellado en una reunión de alto nivel en Bruselas, después de que en las últimas semanas España y Alemania le dieran un nuevo impulso para vencer las resistencias que levanta en el seno de la UE por sus posibles efectos sobre el sector agrícola. «El acuerdo presenta retos para los agricultores europeos y la Comisión está lista para ayudarles a superarlos», ha admitido Phil Hogan, comisario de Agricultura.
El presidente francés, Emmanuel Macron, ha estado entre los más escépticos hasta última hora, por ese motivo y por la inquietud ambiental que despierta la posibilidad de que Brasil abandone los Acuerdos de París contra la emergencia climática. El líder francés ha visto en el acuerdo una forma de hacerse fuerte frente al presidente estadounidense, Donald Trump, a pesar de riesgos domésticos como el posible rechazo de los agricultores o la presión de los chalecos amarillos.
Finalmente, la firma ha llegado a tiempo para que el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, y los mandatarios de Argentina, Mauricio Macri, y Brasil, Jair Bolsonaro, puedan lucirlo en la cumbre del G20 en Osaka (Japón). Y pocos meses antes de que termine el mandato de la Comisión Europea, con lo que Bruselas lanza un potente mensaje a sus socios comerciales al reivindicarse como bastión del libre comercio en plena oleada proteccionista en Estados Unidos y China.
La UE tenía dudas de poder alcanzar este acuerdo con Bolsonaro en el poder, pero al final paradójicamente ha sido bajo su mandato, aunque gran parte del trabajo previo se realizó años atrás. El pacto, además, va más allá de la configuración de un mercado de 780 millones de consumidores (260 millones en Mercosur) a través de la eliminación de aranceles en sectores clave, sino que ata a Brasil a los acuerdos sobre el clima de París y se acompaña de un compromiso para el diálogo político y otro para la cooperación.
El acuerdo firmado, sin embargo, no está exento de críticas. Más de 340 organizaciones sociales, unos setenta eurodiputados y las principales entidades agrarias se han dirigido a la Comisión Europea para que frene el acuerdo. “Las decisiones que se tomen ahora sobre el comercio afectarán a los cimientos de la vida europea de las próximas generaciones, especialmente en un momento en el que el sector agrícola está buscando asegurar su renovación generacional”, advirtió la patronal agraria Copa Cogeca.
También hay recelos al acuerdo de algunos países de la UE. Francia, Irlanda, Bélgica y Polonia advirtieron por carta a Bruselas sobre los riesgos que el acuerdo podía entrañar para “el sector agrario y ganadero”. Y es ahí donde han estado los principales escollos de la negociación, según fuentes comunitarias: en la ternera y el azúcar. Todas esas críticas hicieron que España impulsara una ofensiva diplomática para arropar los trabajos de la comisaria de Comercio, Cecilia Malmström. La carta, que urgía al Ejecutivo comunitario de Jean-Claude Juncker a cerrar el acuerdo, fue respaldada por Alemania, Holanda, Portugal, Suecia, la República Checa y Lituania. “Estamos en una encrucijada. La UE no puede ceder el paso a argumentos populistas y proteccionistas sobre la política comercial”, advertía ese grupo de socios.
La misiva de esos siete países llegaba a los cuarteles generales de la Comisión el pasado viernes, justo cuando las negociaciones encaraban su recta final con el inicio de los trabajos técnicos. Estos concluyeron el pasado miércoles, cuando su buena marcha dio pie a una reunión en la que los máximos responsables de la Comisión se reunieron con los ministros de Mercosur. En esas cenas participaron el vicepresidente del Ejecutivo comunitario, Jyrki Katainen; la comisaria de Comercio, Cecilia Malmström, y el titular de Agricultura, Phil Hogan. Por parte de los países de Mercosur acudieron los ministros Jorge Faurie (Argentina), Ernesto Araújo (Brasil), Luis Alberto Castiglioni (Paraguay) y Rodolfo Niu Novoa (Uruguay).
Coches y maquinaria
El acuerdo permitirá a las empresas europeas suprimir de golpe unos 4.000 millones en aranceles, que beneficiarán sobre todo a la industria automovilística —a la que hasta ahora se imponen unas tasas del 35%—, de maquinaria (14%-20%), química (18%) o farmacéutica (14%). Pero también derriba barreras en sectores como el textil, el calzado, vinos o licores. A cambio, dará impulso a las exportaciones, que son sobre todo de productos agrícolas y ganaderos, de los países de Mercosur a Europa. Y de paso, permitirá a la actual Comisión sacar pecho tras haber culminado también las negociaciones con Canadá y Japón.
Ya sin ese acuerdo, las relaciones entre la UE y esos cuatro países eran muy intensas. Las exportaciones de Mercosur a la UE alcanzaron los 42.600 millones de euros en 2018, mientras que en sentido contrario llegaron a 45.000 millones de euros. Prácticamente la mitad del comercio desde Mercosur corresponde a agricultura y ganadería, mientras que en el caso de la UE esos productos apenas suponen el 5% de las ventas.
El sector agrario español ha mostrado también su inquietud por el volumen y las condiciones que se fijen para las importaciones de carnes de vacuno y de pollo, azúcar, arroz y especialmente zumos y cítricos. Desde el Comité Económico y Social, José Puxeu, autor de un dictamen sobre el acuerdo, señala que este debe ser equilibrado, ha de proteger las disposiciones sanitarias y fitosanitarias en defensa de consumidores y productores y debe ser sostenible, informa Vidal Maté.
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