La única emergencia en la frontera es Trump
Al Hecho, Estados Unidos. | La frontera entre Estados Unidos y México tiene más de 3.000 kilómetros que van desde el Pacífico hasta el Atlántico, más o menos la distancia en coche entre Madrid y Bucarest. Se puede cruzar legalmente por 42 puertos fronterizos. Se calcula que cada día la cruzan legalmente para trabajar, estudiar o de visita un millón de personas en las dos direcciones. La frontera ha tenido épocas de picos de inmigración ilegal y problemas de seguridad. Pero la última década no es una de ellas.
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ve una emergencia nacional en la frontera. Trump ve “una invasión” de inmigrantes irregulares que cruzan sin cesar, desbordando a la policía de inmigración. Trump relaciona esos inmigrantes directamente con el crimen violento en las ciudades (que está en mínimos históricos), una relación que las propias policías locales niegan y de la que no ha conseguido aportar datos. Aparte, considera que la frontera es el origen de la heroína que se consume en Estados Unidos y la relaciona con la crisis de la adicción a los opioides, que no son drogas ilegales, sino prescripciones médicas. El crimen violento y adicción a las drogas en Estados Unidos, según Trump, son problemas que se solucionan construyendo un muro.
En el aspecto de inmigración, Trump parece vivir mentalmente en los años noventa. La frontera de la que habla existió. A principios de los noventa comenzó una tendencia al alza en el número de entradas ilegales a Estados Unidos, medidas en detenciones. Es cuando se empezó a superar el millón de personas detenidas al año. En California, esta realidad llevó a una reacción política antiinmigrantes que resultó en algunas de las leyes más duras contra los irregulares.
En efecto, como dice el presidente, los inmigrantes asaltaban la frontera de San Diego en grandes grupos que desbordaban a los agentes. Los vídeos todavía están en Internet. Y efectivamente, como dice Trump, la manera de pararlo fue con un muro. Los cruces ilegales llegaron a su pico en el año 2000, cuando se registraron 1,6 millones de detenidos. Durante la década pasada, se construyeron alrededor de 1.100 kilómetros de frontera con algún tipo de barrera física. Los proyectos empezaron con Bill Clinton y ejecutados y completados por George Bush y Barack Obama. En las grandes ciudades que prácticamente comparten calles con el otro lado (San Diego, Calexico, Nogales, El Paso, Laredo, McAllen y Brownsville), esa valla es un muro, o varios, como el que propone Trump. Ya está construido y funciona. En otros lugares, apenas es una barrera para vehículos o una valla para que no pase el ganado.
Esos muros se acaban en algún sitio, como se ve en esas fotos donde de pronto se ve el final de una valla en medio del campo. Son las zonas donde los expertos en seguridad fronteriza coinciden en que no hace falta tapar, sino ver. Fuera de las grandes ciudades, la frontera suroeste de Estados Unidos es inhóspita, a los dos lados. Cruzar por el desierto de Sonora a Arizona puede suponer 100 kilómetros a pie con temperaturas extremas y animales salvajes. Además, casi la mitad de la frontera está marcada por el Río Grande. Fuera de las grandes ciudades de Texas solo se puede hacer un muro en tres sitios: en el lado mexicano, en el lado estadounidense (renunciando al río y expropiando tierras) o en medio del río. A nadie antes de Trump se le había pasado por la cabeza en serio. Es decir, que incluso aceptando que es una situación de emergencia, la solución no sería un muro. La policía de fronteras siempre ha reclamado de las administraciones más personal, tecnología de vigilancia y colaboración con México, no un muro.
Las cifras de los últimos años indican que el refuerzo de la seguridad fronteriza funcionó. Las detenciones de inmigrantes irregulares bajaron de manera importante a partir de 2006 hasta estabilizarse entre 300.000 y 400.000 al año. El primer año de Trump en la Casa Blanca se llegó a la cifra más baja desde 1971: 303.916 personas. Mientras, la inversión en agentes fronterizos no ha hecho más que crecer. En 1992 había 3.555 agentes de la Patrulla Fronteriza (1,1 millones de detenidos). En el año más dramático de la inmigración irregular, 2000, había 8.580 agentes (1,6 millones de detenidos). El año pasado había 16.605 agentes (300.000 detenidos). Trump quiere 5.000 agentes más, algo para lo que no ha encontrado especial resistencia política
Junto al declive en la inmigración irregular, lo que se está viendo en la frontera desde hace al menos un lustro es un cambio dramático en el perfil de esos inmigrantes. En el año 2014, la policía fronteriza se encontró con que empezaban a llegar niños solos de Centroamérica. Ese verano llegaron más de 60.000 y se generó una crisis porque el sistema de detención no estaba preparado para eso, sino para albergar hombres solos de México en cárceles hasta que son deportados, el perfil de inmigrante de los noventa. Costó un par de años poner en pie un sistema que asumiera a los niños. Eso sí fue una crisis en la frontera. En los últimos dos años, lo que se ha visto es un aumento espectacular de familias que llegan juntas de Centroamérica, para las que el sistema tampoco está bien preparado. Vienen escapando de la violencia y la miseria y no quieren eludir a la policía, sino entregarse y pedir asilo. Eso también es una crisis, porque no hay logística para procesar a esas familias juntas. Se calcula que unas 7.000 personas están ahora mismo en la frontera esperando para pedir refugio.
Por el lado de las drogas, la gran mayoría de los decomisos no se producen en las zonas desérticas de la frontera, sino en los puertos de entrada. Y la heroína, que Trump cita como emergencia nacional, es lo que menos se incauta. En 2017 la Border Patrol interceptó 0,4 toneladas métricas de heroína, frente a 4,2 toneladas de cocaína y 390,6 toneladas de marihuana (en declive frente a las 586 del año anterior). La preocupación actual de las fuerzas de seguridad es el aumento de la entrada de metanfetamina (4,7 toneladas incautadas en 2017 frente a 1,6 el año anterior. En 2018, todo indica que se superará con creces la cifra anterior).
El presidente tiene derecho a ver estas cifras como una emergencia nacional. Si uno verdaderamente considera un objetivo realista lograr que no entre ni una sola persona de forma irregular, 400.000 son muchas. Pero la realidad es que la frontera está mejor controlada y tiene más seguridad que nunca antes, y ni en sus peores tiempos había sido considerada una emergencia nacional. La frontera de la que habla Trump no existe.